15 de marzo de 2015

Lo que la infancia nos marca

Lo que hayamos vivido de niños, el comportamiento de nuestros padres y nuestros sentimientos en esa etapa de nuestra vida, van a marcar las relaciones interpersonales que forjemos de adultos, especialmente las relaciones de pareja.

Podemos haber crecido en un ambiente familiar sano que nos haya permitido vivir nuestra infancia como niños y forjar nuestra personalidad de forma adecuada. Pero en muchos casos crecemos en familias disfuncionales donde los niños toman el rol de adultos porque estos se encontraban ausentes (bien física o emocionalmente) y se produce un intercambio de papeles. Los padres responsabilizan a los hijos de forma excesiva y les exigen que se comporten como adultos, y los niños crecen con el sentimiento de ser culpables de todo lo que pasa a su alrededor y aprenden a hacer lo imposible para que los que le rodean estén felices, aunque ello suponga sacrificar su propia felicidad.

Este patrón queda grabado en su inconsciente y en la edad adulta tenderá a repetirse, para lo que buscarán parejas que de alguna forma reclamen las mismas exigencias que en su día mostraron sus progenitores. Parejas dependientes, necesitadas, narcisistas o abusadoras pueden ser algunos ejemplos. Las situaciones que se viven en una relación de este tipo reproducen de alguna forma lo que el niño vivió en su infancia y por familiaridad con ellas tenderá a permanecer y tratar de arreglarlas, en lugar de abandonar y buscar una relación sana. 

Tener consciencia de esto es fundamental para que evitemos repetir los mismos patrones en la edad adulta. No pudimos cambiar lo que nos tocó vivir de niños, pero ahora somos adultos y tenemos la capacidad de protegernos y cuidar de nosotros mismos.




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