15 de noviembre de 2015

Lo que hemos aprendido

Separarnos de alguien a quien hemos querido y con quien hemos compartido una parte de nuestra vida es siempre un proceso doloroso. No obstante, cuando consigamos curar las heridas, podremos valorar lo que aprendimos con esa persona que ya forma parte de nuestro pasado.

La tristeza, la desolación y todos los momentos horribles que pasamos tras una ruptura son inevitables, pero con el paso del tiempo podremos mirar hacia atrás y agradecer a esa relación todo lo que nos hizo madurar. Habremos aprendido algo más de lo que queremos y lo que no queremos en nuestra vida, de nuestra capacidad para amar y de nuestras fortalezas y limitaciones al establecer relaciones. Tanto si la relación fue bien como si fue tormentosa desde el principio, ha sido una experiencia más que nos ha permitido conocernos mejor y llegar a ser quienes hoy somos.

La persona con la que decidamos compartir nuestras vidas debe querernos tal y como somos y de la misma forma no debemos intentar cambiar a nuestras parejas, ya que lo único que generaremos serán tensiones y situaciones de conflicto en la relación. Las personas no cambian si no es porque ellas mismas así lo deciden.

Para establecer un vínculo sano tenemos que buscar a alguien con quien compartamos valores, que nos respete y nos quiera por lo que somos y que esté dispuesto a dejarse amar, a compartir sus sentimientos y en definitiva su propia vida. Somos seres individuales con nuestra propia identidad, pero al estar en pareja formamos también un equipo. Obviamente habrá cosas en las que no estemos de acuerdo, pero las bases serán lo suficientemente fuertes como para soportar esas diferencias y que la relación no se tambalee a la primera de cambio.


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