22 de septiembre de 2015

Abandono

Para un niño o un adolescente es muy difícil entender que uno de sus padres no esté cerca o que no le muestre su cariño, por lo que habitualmente asumen que hay algo malo en ellos o que han hecho algo que ha provocado que el adulto se comporte de esa forma.

Incluso cuando somos mayores no llegamos a entender del todo las causas y nos hacemos infinitas preguntas para intentar conseguir una respuesta que nos ayude a comprender. Si además lo hemos sufrido en nuestra infancia, es habitual que al enfrentarnos a un abandono en la edad adulta vuelvan a aflorar en nosotros los mismos sentimientos de culpa que tuvimos en la niñez.

Esos sentimientos seguirán apareciendo de vez en cuando en nuestra vida y no tenemos que asustarnos por ello, simplemente debemos identificarlos y saber que lo que estamos sintiendo puede estar más relacionado con lo que experimentamos en el pasado que con lo que estamos viviendo ahora. Las pérdidas que suframos en el presente y en el futuro irremediablemente nos harán recordar otras que ya tuvimos. No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos modificar el juicio que hacemos de nosotros mismos por lo que entonces hicimos o sentimos. 

Es como si nos acostumbráramos a caminar con una herida que no está cicatrizada del todo, ya no nos molesta para seguir nuestro camino, pero en el momento en que tropecemos y nos caigamos volverá a sangrar.

Tenemos que aceptar todo lo que ahora sabemos y dejar de culparnos a nosotros mismos por lo que pasara, que en ningún caso fue responsabilidad nuestra. No hay nada que pudiéramos haber hecho para cambiar a nuestros padres y nuestro valor no tiene nada que ver con las acciones que ellos decidieron tomar en su día como adultos.

Perdonarnos por ser tan duros con nosotros mismos nos permitirá liberarnos del pasado y enfrentar la realidad de nuestro presente. Aceptar que nuestros padres lo hicieron lo mejor que supieron o pudieron en ese momento y sobre todo, que nada de lo que sucedió estaba relacionado con nosotros, nos ayudará a sanar esas heridas.

Debemos ser conscientes de todo esto siempre que nos surjan sentimientos de culpa, vergüenza, miedo u obligación, para evitar reaccionar desde el niño hambriento de cariño y hacerlo desde la persona adulta que hoy somos. 



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