9 de febrero de 2016

La toma de decisiones

En el proceso de tomar una decisión siempre deberían darse tres etapas fundamentales:

- Una primera fase de consideración, donde se analiza la situación o el problema y se determinan los factores clave, qué queremos o qué necesitamos.

- Una intermedia en la que se establecen las ventajas de tomar esa decisión, en qué nos beneficiará, cuáles son los riesgos asociados a ella y si nos compensa asumirlos.

- La última fase es la resolución, en la que se deciden las medidas y acciones que llevaremos a cabo.

Cuando nos cueste trabajo decidir algo puede ayudarnos bastante ver en qué fase estamos y comprobar que no nos hemos saltado ninguna. Cualquier buena decisión requiere de las tres etapas en ese mismo orden.

Por otro lado, hay tres aspectos que dificultan enormemente la toma de decisiones y que conviene tener en cuenta:
  1. En muchas ocasiones nos quedamos "atascados" en una de las fases sin pasar a la siguiente, esto ocurre frecuentemente cuando pretendemos tomar la decisión perfecta y pasamos demasiado tiempo analizando una situación y todas sus variables para reducir los riesgos al máximo. Aunque un análisis completo y detallado nos ahorrará muchos quebraderos de cabeza, no debemos cometer el error de quedarnos barajando hipótesis más tiempo del necesario. Pensemos que la decisión perfecta no existe, solo podremos tomar la decisión más adecuada conforme a la información que tenemos en ese momento.
  2. Otra razón por la cual la toma de decisiones suele complicarse es la falta de coherencia entre lo que decidimos hacer y el análisis previo que hicimos de la situación. Podemos darnos cuenta de estar ante una situación que no nos conviene o que no nos ofrece garantías y aun así seguir para adelante. En ese caso debemos ser conscientes de que el riesgo que asumimos es mucho mayor, ya que nuestro yo interior nos está avisando de que no es una decisión acertada, otra cosa es que no queramos prestarle atención por temor al qué dirán o a dejar pasar lo que consideramos una buena oportunidad. Admitir que algo no está funcionando o que nos hemos equivocado y actuar en consecuencia es también una decisión. Rectificar es de sabios.
  3. El último motivo y no menos común es la falta de acción. Analizamos una situación y determinamos qué es mejor para nosotros, pero a la hora de la verdad nos asusta ponerlo en práctica y nos quedamos igual que estábamos, dando vueltas una y otra vez al mismo problema.
El hecho de habernos equivocado en algunas ocasiones no significa que seamos malos decidiendo. Tomar decisiones de una forma coherente y razonada es algo que se aprende y que hay que ejercitar con la práctica. Debemos salir de nuestra zona de confort y enfrentar nuestros miedos al rechazo, a la crítica y a la decepción. Apostar por nosotros mismos y por lo que queremos conseguir en la vida y ser responsables de nuestras decisiones, tanto de las acertadas como de las que no lo son tanto, que sin duda también nos aportarán un valioso aprendizaje.


1 comentario:

  1. Hola Gorka,
    Muchas gracias por tu comentario, me alegro mucho de que te guste el blog. En el tuyo tienes unas fotos muy chulas.
    Saludos!

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Muchas gracias por participar en este blog